El poder de la palabra y del voz a voz son tan antiguos como la humanidad misma. La palabra nos reúne, moviliza y lleva a accionar. Un voto, una compra, una recomendación, son solamente algunos ejemplos. Los discursos tienen la capacidad de conectarnos sobre todo cuando empieza a tomar más relevancia el quién lo dice y cómo lo dice. Cuando entendemos esto, empezamos a acercarnos a la noción del influenciador: Personas con una plataforma de comunicación en la que han desarrollado credibilidad.

 

Desde el boom digital de los 2000’s, los influenciadores han ido evolucionando significativamente, pasando de ser grandes celebridades del cine y televisión, a personas con una gran cantidad de seguidores en las redes sociales, para irse convirtiendo en auténticos expertos en sus campos de actividad y posicionándose como las nuevas celebridades.

En los primeros días de las redes sociales, eran personas que simplemente publicaban contenido interesante o divertido en sus perfiles y atraían a una gran cantidad de seguidores. Si bien estos pioneros eran populares entre sus seguidores, su impacto en la sociedad era limitado. Pero con el tiempo, comenzaron a especializarse en campos específicos, como la moda, la belleza, el fitness, la cocina, la tecnología… y fueron ganando visibilidad y relevancia. A medida que se especializaban, lograron atraer a un público más específico y comprometido. Esto les permitió establecer relaciones con marcas y empresas que buscaban llegar a sus seguidores, recibiendo un pago por promocionar productos y servicios.

EL RETO DE LOS INFLUENCERS

El rápido auge de estos perfiles, ha impulsado una cultura que nos está diciendo todo el tiempo qué comprar -por encima de si lo necesitamos o no-, a través de personas que, muchas veces, ni siquiera son verdaderos usuarios del producto o servicio que recomiendan. Esto ha hecho que su credibilidad se ponga en jaque y que, las personas confíen menos en las recomendaciones de grandes personalidades y migren a buscar otros referentes de compra, que tienden a ser, personas con plataformas más pequeñas que no tienen comprometidas sus opiniones por tener tratos con marcas.

 

De esta forma, la figura del influenciador evoluciona. Ahora abarca desde las grandes personalidades hasta las personas “comunes”, más cercanas y con las que los públicos se identifican más porque se parecen a ellos. Fortaleciendo e impulsando los perfiles de micro y nanoinfluenciadores. También, entendemos que todos somos influenciadores de nuestros círculos, aunque no nos demos cuenta. Se abre el espectro y con él, las nuevas posibilidades.

 

Como respuesta a este fenómeno, sumado al contexto de incertidumbre y recesión económica global, vemos como emerge la contratendencia: “deinfluencing” o “desinfluencia”: una manera de desincentivar el consumo excesivo de productos, dejando de gastar en cosas innecesarias o que realmente no lo valen. El discurso se desarrolla desde el “no compres esto”, invitando a reevaluar las prioridades, brindando reseñas realistas sobre un producto o servicio y dando a conocer alternativas más económicas a productos muy costosos, dándole paso a la “era de los dupes”; versiones duplicadas, legales y legítimas de productos de alta gama y que tienen una calidad excepcional sin tener que pagar más.

¿Hacia dónde va la noción del influenciador?

 

El valor de la autenticidad y la integridad: Ser transparente con su audiencia sobre su contenido patrocinado y la relación con las marcas con las que trabajan. Al ser transparente, un influenciador puede mantener la confianza de su audiencia y demostrar que se preocupa por proporcionar contenido que es honesto y útil para ellos. Pone por encima ser fiel a sí mismo y a sus valores mientras proporciona contenido valioso y honesto a su audiencia.

 

Representación para todxs y conexión real: Las personas buscan referentes que se parezcan a ellos o se acerquen a lo que quieren ser. Por eso, cada vez vemos más perfiles diversos en edades, intereses, estilos y etapas de vida. Un ejemplo de esto es el crecimiento de los creadores de la tercera edad, llamados “granfluencers”.

 

Especialización y diversificación: A medida que la tecnología avanza, es posible que los influenciadores adopten nuevas plataformas y herramientas para conectarse con su audiencia, como la realidad virtual o aumentada. Además, es probable que continúen diversificando sus ingresos, no solo a través de patrocinios y colaboraciones, sino también a través de la creación de productos propios, cursos en línea, suscripciones a contenido en modelos como Patreon, entre otros.