Los últimos meses han sido diferentes a lo que veníamos acostumbrados en todos los aspectos, viendonos obligados a replantear o reestructurar nuestras vidas y, obviamente nuestras empresas. Antes de la llegada del COVID-19 a Colombia (marzo de 2020), veníamos con un impulso importante en consolidarnos como uno de los paises más innovadores y con más emprendimiento en Latinoamérica (junto con México y Brasil) y, ejemplo de ello, fue la designación de Medellín como uno de los Centros de la Cuarta Revolución Industrial en el año 2019.

Desde dicha designación – incluso desde antes – en el ecosistema del emprendimiento ya se posicionaba la idea que, independiente del sector y la industria en el que nos desempeñamos, teniamos que empezar a involucrar la tecnología a nuestras empresas y que, si no lo hacíamos, seguramente no duraríamos mucho en el mercado. Esta postura incluso, fue reiterada por Andrés  Oppenheimer en su libro “Crear o morir” en donde realiza una selección de diferentes industrias (legal, educación, medicina, restaurantes, entre otros) y analiza cómo estos han incorporado tecnología a sus sectores y concluye que, entre otras cosas, si no se incorporan estas tecnologías posiblemente nuestro emprendimiento moriría.

En marzo de 2020, una vez el COVID 19 se volvía real para nuestro país  se generó un caos (en todos los aspectos) pero en el emprendimiento generó inicialmente una postura de pánico. La incertidumbre se posicionó del ecosistema, la gran mayoría de emprendedores no sabían qué hacer, cómo funcionar, cómo atender a sus clientes, cómo cumplir con sus proveedores, en fín, el miedo y la duda marcaron los primeros días de cuarentena. Como lo mencionabamos anteriormente, se conocía la necesidad de involucrar tecnologías en las industrias pero, la gran mayoría de emprendedores procastinaron y no la tenían incorporadas; por ende, el temor se agudizó ya que el uso de tecnologías se volvería el único medio para poder llevar o sobrevivir la crisis que recien comenzaba.

Durante los primeros días del COVID-19 todos empezamos a correr a implementar tecnologías: plataformas digitales, domicilios, e-commerce, uso de data, automatización, gestión de documentos, reuniones virturales, entre otras, con miras a lograr generar ingresos sufiecientes que nos permitiese sobrevivir, mantener empleos, proveedores y clientes, sin embargo, como los tiempos apremiaban, no muchos lo hicieron y otros, no lo hicieron bien, lo cual desencadenó en la terminación y quiebra de muchos emprendedores.

Otros, por el contrario, tomaron la situación como oportunidad y se lanzaron al ruedo. Crearon ese emprendimiento que habían venido procastinando, que habían dejado en la gabeta del cajón y ésta, fue la opotunidad para lanzarse. Eso permitió también el nacimiento de muchas startups en diferentes industrias: educación virtual, plataformas, arte, cultura, yoga, meditación, lectura, entretenimiento digital, conciertos digitales, entre otros, se empezaron a ver por montones. A su vez, otros vieron oportunidades para ayudar a otros emprendedores y crearon compañías enfocadas en facilitarle a los demás la situación que se vivía: empresas que venían bonos para apoyar restaurantes, adquisición de planes turísticos para el futuro, inteligencia artítificial para la detección de casos COVID19, se empezaron a crear.

 

Los últimos meses han sido diferentes a lo que veníamos acostumbrados en todos los aspectos, viendonos obligados a replantear o reestructurar nuestras vidas y, obviamente nuestras empresas. Antes de la llegada del COVID-19 a Colombia (marzo de 2020), veníamos con un impulso importante en consolidarnos como uno de los paises más innovadores y con más emprendimiento en Latinoamérica (junto con México y Brasil) y, ejemplo de ello, fue la designación de Medellín como uno de los Centros de la Cuarta Revolución Industrial en el año 2019.

 

Desde dicha designación – incluso desde antes – en el ecosistema del emprendimiento ya se posicionaba la idea que, independiente del sector y la industria en el que nos desempeñamos, teniamos que empezar a involucrar la tecnología a nuestras empresas y que, si no lo hacíamos, seguramente no duraríamos mucho en el mercado. Esta postura incluso, fue reiterada por Andrés  Oppenheimer en su libro “Crear o morir” en donde realiza una selección de diferentes industrias (legal, educación, medicina, restaurantes, entre otros) y analiza cómo estos han incorporado tecnología a sus sectores y concluye que, entre otras cosas, si no se incorporan estas tecnologías posiblemente nuestro emprendimiento moriría.

 

En marzo de 2020, una vez el COVID 19 se volvía real para nuestro país  se generó un caos (en todos los aspectos) pero en el emprendimiento generó inicialmente una postura de pánico. La incertidumbre se posicionó del ecosistema, la gran mayoría de emprendedores no sabían qué hacer, cómo funcionar, cómo atender a sus clientes, cómo cumplir con sus proveedores, en fín, el miedo y la duda marcaron los primeros días de cuarentena. Como lo mencionabamos anteriormente, se conocía la necesidad de involucrar tecnologías en las industrias pero, la gran mayoría de emprendedores procastinaron y no la tenían incorporadas; por ende, el temor se agudizó ya que el uso de tecnologías se volvería el único medio para poder llevar o sobrevivir la crisis que recien comenzaba.

 

Durante los primeros días del COVID-19 todos empezamos a correr a implementar tecnologías: plataformas digitales, domicilios, e-commerce, uso de data, automatización, gestión de documentos, reuniones virturales, entre otras, con miras a lograr generar ingresos sufiecientes que nos permitiese sobrevivir, mantener empleos, proveedores y clientes, sin embargo, como los tiempos apremiaban, no muchos lo hicieron y otros, no lo hicieron bien, lo cual desencadenó en la terminación y quiebra de muchos emprendedores.

 

Otros, por el contrario, tomaron la situación como oportunidad y se lanzaron al ruedo. Crearon ese emprendimiento que habían venido procastinando, que habían dejado en la gabeta del cajón y ésta, fue la opotunidad para lanzarse. Eso permitió también el nacimiento de muchas startups en diferentes industrias: educación virtual, plataformas, arte, cultura, yoga, meditación, lectura, entretenimiento digital, conciertos digitales, entre otros, se empezaron a ver por montones. A su vez, otros vieron oportunidades para ayudar a otros emprendedores y crearon compañías enfocadas en facilitarle a los demás la situación que se vivía: empresas que venían bonos para apoyar restaurantes, adquisición de planes turísticos para el futuro, inteligencia artítificial para la detección de casos COVID19, se empezaron a crear.